martes, 9 de marzo de 2010

Querida doble lazada,

(A las dobles lazadas y a ti que me ayudaste a comprender cuan importantes son para el mundo...)



Hace mucho que estas palabras debieron haber sido escritas, no tuve tiempo y te pido perdón. Nunca olvidaré todo lo que has hecho por mi y por todos aquellos que odiábamos las zapatillas con velcro que nuestras madres se empeñaban en comprar por comodidad —la suya—, que al final ya ni pegaba ni nada, lleno de esa pelusa oscura de “procedencia indefinida” enganchada a una de las tiras. Y te pasabas el día perdiendo las bambas en cada esquina porque no las tenías atadas… Incrédula, me resigno a pensar que no te duele que algunos infieles se hayan pasado al velcro —o incluso a las gomas ¡Dios Santo!—.

Por otro lado querida amiga, me maravilla tu entereza y discreción. Siempre me sorprendió tu humildad ante aquellos menos favorecidos. La simple lazada nunca fue rival para ti pero siempre actuaste esquiva ante cualquier ataque directo. El silencio fue tu mejor arma y probaste que el eco de los tiranos se asfixia al chocar con las montañas. Conmovedor.

Con esta carta quería expresarte lo mucho que admiro (y admiramos) tu labor para sujetarnos a lo que más queremos y por hacernos nuestro viaje mucha más llevadero. Y te pido disculpas por aquellos que nunca te valoraron de verdad, ni siquiera Wikipedia te menciona... Seguiremos enseñado a nuestros hijos y hermanos tu canción para que tu legado no quede en el olvido de aquellos que no te supieron entender.

Con amor,
Cuandollegoacasa.


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