miércoles, 24 de marzo de 2010

La salida

— ¡Mierda! ¿Qué hora es? Me había vuelto a dormir. Ya era la tercera vez este mes. No podía continuar así. Tenía la testosterona por las nubes. A veces ni siquiera sabía como me llamaba. —Y qué puto mareo, joder!— Tenía resaca por quinta vez consecutiva esta semana…

— ¿Vamos?—dijo ella.

— Vamos…— dije.

Sabía que todo yo era un caos. Era decoroso, neutro e incluso un tanto monótono como los discursos de la Plaza San Pedro. Adicto al arrepentimiento, me estaba dedicando a verlas pasar desde el sofá de mi casa en contra de mi propia voluntad. Pero después del accidente mi vida se había tornado menos fácil de sobrellevar.

¿Quién era yo para negarle el ser escuchada? Así que no tuve más remedio que ir, otra vez. Y no dejaba de preguntarme si estaba jugando conmigo de nuevo. Decía que hablar era una terapia para ella, aunque, razones a parte, sólo quería pasar tiempo conmigo, cuanto más, mejor. No sabía qué hacer ni qué responder... Empezaba a pedirme demasiado pese a que habíamos dejado de ser "nosotros" mucho tiempo atrás.

La salida estaba cerca, pero me había dejado la llave en casa, otra vez.

lunes, 22 de marzo de 2010

Azul felicidad

En el fondo era una romántica. Me hubiera pasado la noche viendo llover. Desde mi cama podía ver las gotas golpear con fuerza la planta que María nos había regalado la semana anterior. Y esa luz, de color indescriptible, ni blanca; ni amarilla; ni naranja. Simplemente, inclasificable. Cuanta paz. Gracias.

Había pasado de estar sometida a un marcaje asfixiante a un silencio desatado, sin barreras. Casi como en un trabajo de patchwork me recomponía pieza a pieza, lentamente pero sin pausa. Su narcisismo iba en aumento, aunque había dejado de afectarme mucho tiempo atrás. La comunicación era siempre unidireccional. Mis respuestas, casi inexistentes, eran reinterpretadas para conseguir nuevos significados que yo nunca pretendí mandar. Sin embargo, ya no importaba. Ahora todo estaba cambiando.


Era muy nuevo para mí. El sexo, increíble. Su imaginación era desbordante, podía visualizar cualquier escena hasta el último detalle. Sus descripciones eran capaces de hacerte sentir el olor de las hojas al caer en pleno otoño. Cuando hablaba, podía oír el agua del río correr y ver ese azul felicidad del cielo como si de verdad me encontrara allí, en el prado, junto a los árboles ocre y el río incansable. Me volvía loca con ese pelo precioso, de color negro azabache empapado de sudor.

...

viernes, 19 de marzo de 2010

Luthier

Era de lo más cobarde que había pensado nunca, aunque seguía intentando buscar abrigo allá dónde nunca hubo cobijo para ella. Asumía su culpa aunque siempre pensó que todo era mucho más fácil de lo que parecía a simple vista.

Mientras lo miraba, era incapaz de escuchar ni una sola palabra de lo que decía. No dejaba de preguntarse cual era la forma correcta de escribir Luthier. Absorta, miraba sus labios moverse. Intentaba descifrarlos.

—Lutier, Luthier, Luthiere… No tengo ni idea.— pensó. Se hundía cada vez más en su silla, mientras él era incapaz de callarse aunque sólo fuera por un minuto. Ella no era muy dada a hablar y él siempre hablaba demasiado.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Marta y tú

Caminaba, sin rumbo alguno, por aquellos pasillos delgados que parecían no tener fin. Iluminados por unas diminutas lámparas de hacía cincuenta años que apenas emitían un suspiro de luz. Recorría el lugar sección a sección, analizando cada estantería, escaneando hasta el último título disponible. Indecisa, caminaba arriba y abajo sin descanso dando saltitos para sortear sillas, papeles, libros… Pero al final, siempre acababa —porque era incapaz de escoger— llevándose dos libros. Marta siempre había sido una chica inquieta, irracional, imponente y hasta un poco lasciva. Siempre sonriente pero con un carácter fuerte, a veces un tanto inamovible.

-¿A qué te dedicas? —le preguntó. Marta se puso nerviosa, no era la primera vez que se veían y le encantaba.
- Yo soy Musa. —respondió Marta en tono divertido— ¿Y tú?
- ¿Yo? Yo… Mejor te lo cuento otro día...— Y se marchó.

Marta, pensativa se quedó quieta un momento, con esa sonrisilla que le asomaba casi sin querer. Miró como se alejaba y entonces siguió su camino.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Entre ser y estar

— Buenos días.
— Buenos días.
— ¿Bien?
— Bien.
Lo miro. Me mira. Me encantan sus ojos esquivos. Su pelo en 3D. Su olor casi extinto. Las casualidades. La casualidad. Después de mucho tiempo, lo reencontré en aquel bar, no quise ser descortés pero soy alérgica al pasado. Cada vez, me resultaba más difícil saber quien era y dónde estaba aunque una noche de compañía no me venía mal, para que nos vamos a engañar… Dejé que se quedara a dormir, aunque confieso que no me gusta compartir mi cama para según que cosas. Era extraño, cuanto menos singular.

Me marché, era tarde. Dejé café hecho, aún me quedaba un poco de hospitalidad después de todo. También una nota: “Gracias y cierra cuando salgas. Daniella”

Me gustaba mi nueva casa, aunque el transformador se chamuscara durante la primera semana y llevara dos días sin luz. Las velas me gustaban. Creo que las voy a usar más a partir de ahora— pensé.

A veces, cuando llegaba a casa, me sentaba a disfrutar de mi cigarrillo de después de la ducha de las 10. Sin quehaceres ni preocupaciones en mente.

Rodeada de mil colillas de fracasos, me preguntaba si mi verdadero yo era así, o si era así porque estaba allí.

martes, 9 de marzo de 2010

Querida doble lazada,

(A las dobles lazadas y a ti que me ayudaste a comprender cuan importantes son para el mundo...)



Hace mucho que estas palabras debieron haber sido escritas, no tuve tiempo y te pido perdón. Nunca olvidaré todo lo que has hecho por mi y por todos aquellos que odiábamos las zapatillas con velcro que nuestras madres se empeñaban en comprar por comodidad —la suya—, que al final ya ni pegaba ni nada, lleno de esa pelusa oscura de “procedencia indefinida” enganchada a una de las tiras. Y te pasabas el día perdiendo las bambas en cada esquina porque no las tenías atadas… Incrédula, me resigno a pensar que no te duele que algunos infieles se hayan pasado al velcro —o incluso a las gomas ¡Dios Santo!—.

Por otro lado querida amiga, me maravilla tu entereza y discreción. Siempre me sorprendió tu humildad ante aquellos menos favorecidos. La simple lazada nunca fue rival para ti pero siempre actuaste esquiva ante cualquier ataque directo. El silencio fue tu mejor arma y probaste que el eco de los tiranos se asfixia al chocar con las montañas. Conmovedor.

Con esta carta quería expresarte lo mucho que admiro (y admiramos) tu labor para sujetarnos a lo que más queremos y por hacernos nuestro viaje mucha más llevadero. Y te pido disculpas por aquellos que nunca te valoraron de verdad, ni siquiera Wikipedia te menciona... Seguiremos enseñado a nuestros hijos y hermanos tu canción para que tu legado no quede en el olvido de aquellos que no te supieron entender.

Con amor,
Cuandollegoacasa.


Haceros fan de mi grupo en Facebook aquí.

lunes, 8 de marzo de 2010

El viaje Parte 2

A veces, perdida, era incapaz de entender lo que pasaba. Lentamente, me alejaba de todo aquello que una vez conocí bajo unos dogmas autoimpuestos que casi no me dejaban ni respirar. ¿Por qué me costaba tanto leerlo? Era como estar a oscuras de nuevo. Intentando en vano adivinar en qué pensaba; qué quería y por qué seguía allí, sonriendo, como siempre. Unas veces, era tan poco transparente para mí, que acabé pensando que era todo un invento, una patraña. Otras en cambio, lo sentía tan cerca que se me acobardaba el alma. No lo veía, y lo que era capaz de vislumbrar, se me hacía imposible descifrarlo. –Vaya putada.

viernes, 5 de marzo de 2010

'Sextina del trotamundos', de Rudyard Kipling (1865 - 1936)

En general, los he probado todos,
Los caminos felices de este mundo.
En general, los he encontrado buenos
Para los que no pueden, como yo,
Usar la misma cama mucho tiempo
Y van de un lado a otro hasta que mueren.
Qué más da dónde o cómo uno se muera,
Mientras haya salud para mirarlo todo,
Las diferentes cosas, el modo en que las hacen,
Los hombres y mujeres que se aman en el mundo…
En fin, aprovechando el tiempo,
Poniendo buena cara, si no es bueno.
Al contado o a crédito… A las cosas lo bueno
Es cogerles el gusto. Si no, te morirías,
A no ser que tu vida dure muy poco tiempo
Y no hagas predicciones ni te inquietes, y todo
Te dé igual, mientras haya qué comer en el mundo,
Sin pensar en las cosas que has dejado de hacer.
¿Y qué cosas me quedan por hacer?
He probado bastantes, y me han salido bien,
En diversos empleos alrededor del mundo;
Porque el que no trabaja ha de morir,
Aunque eso no es razón para estar toda
La vida sin cambiar de oficio: hay poco tiempo.
Y bien, en ningún sitio he estado mucho tiempo;
Ningún sueldo bastaba para hacer
Que me quedara cuando me fastidiaba todo
Y había que largarse por las buenas,
Y ver cómo las luces del puerto iban muriendo
Y acompañar al viento alrededor del mundo.
Es como un libro, pienso, este maldito mundo,
Que lees y te preocupa cierto tiempo,
Hasta que sientes que te morirás
Si no acabas la página presente
Y pasas a la próxima, puede que no tan buena;
Pero te empeñas en pasarlas todas.
Bendito sea el mundo, da igual lo que nos haga;
Todo está bien, excepto si dura mucho tiempo.
A mi muerte, escribid: "Le gustó todo".

20Minutos, 5 de Març

jueves, 4 de marzo de 2010

Queridos cerrajeros del mundo,

(A Tania por su labor de cerrajera...)

Hoy quisiera dedicarles una entrada en mi blog, que aunque sólo tenga una audiencia de dos lectores mensuales (aproximadamente...), sigue siendo un buen homenaje a su faraónica labor 24/365.

Paseando por mi nuevo barrio -bonito donde los haya- me percaté de algo insólito, inaudito, casi imperceptible. Y es que, amigos cerrajeros me di cuenta de que ustedes siempre están ahí para nosotros. Esperando a ser solicitados. Ni siquiera es necesario buscarles, ustedes siempre acabaran viniendo a nosotros en cualquier lugar y a cualquier momento, estoy segura. Eso sí, muy económico, casi gratis. Fascinante.

Ustedes saben cuanto les aprecio y por ello me atrevo a preguntarles... -y entiendo que necesiten publicitarse- ¿Porqué empapelan ustedes hasta la última puerta/persiana/ventana o incluso timbre? Me intriga pensar a qué hora y cómo colocan ustedes esas pequeñas dulces pegatinas en nuestras casas. ¿Organizan recorridos nocturnos para no ser vistos? ¿Llevan un rollo gigante de esos amarillos con millones de pegatinas o un sobre con pegatinas cortadas individualmente? Y... ¿No se dan cuenta de que el color fosforescente deja de ser efectivo cuando absolutamente todos y cada unos de sus competidores también lo usan? Ya no duermo bien. Necesito respuestas. Ahora ya saben dónde vivo. Sí, sí, es el timbre empapelado del número 2.

martes, 2 de marzo de 2010

El viaje (Parte 1)

Me disponía a coger el toro por los cuernos. Estaba harta de andar de un lado para el otro sin sentido alguno. No podía contar con ellos y encima encontrar piso era, cada vez más, una tarea ardua y agotadora. Ya había pasado suficiente tiempo bajo aquella lluvia pesada, ya había tenido bastante por hoy. Para siempre.

Sin darme cuenta estaba allí esperando a verlas pasar, inmóvil, sin poder mover un solo músculo. Estaba decidido. La maleta lista. Y unos billetes a ninguna parte en mi bolso. No tenía nada preparado, pero estas cosas o se hacen así o acabas uniéndote al resto. Por otro lado, allí donde iba ya no iba a necesitar nada de todo aquello. Un juego de ropa de repuesto y mis cigarrillos de liar de 1.75 euros que ella me descubrió una noche cualquiera.

Antes de salir, en la puerta, me detuve. Esa sería la última vez que viera mi casa (y aunque no fuera mía, lo fue por un tiempo), todos los objetos que creí eran importantes para mí. ¿Cómo alguien puede guardar toda su vida en una casa de 50m2? Pensé en dejarle una nota, pero ya no tenía importancia. Y entonces, me marché.