lunes, 22 de marzo de 2010

Azul felicidad

En el fondo era una romántica. Me hubiera pasado la noche viendo llover. Desde mi cama podía ver las gotas golpear con fuerza la planta que María nos había regalado la semana anterior. Y esa luz, de color indescriptible, ni blanca; ni amarilla; ni naranja. Simplemente, inclasificable. Cuanta paz. Gracias.

Había pasado de estar sometida a un marcaje asfixiante a un silencio desatado, sin barreras. Casi como en un trabajo de patchwork me recomponía pieza a pieza, lentamente pero sin pausa. Su narcisismo iba en aumento, aunque había dejado de afectarme mucho tiempo atrás. La comunicación era siempre unidireccional. Mis respuestas, casi inexistentes, eran reinterpretadas para conseguir nuevos significados que yo nunca pretendí mandar. Sin embargo, ya no importaba. Ahora todo estaba cambiando.


Era muy nuevo para mí. El sexo, increíble. Su imaginación era desbordante, podía visualizar cualquier escena hasta el último detalle. Sus descripciones eran capaces de hacerte sentir el olor de las hojas al caer en pleno otoño. Cuando hablaba, podía oír el agua del río correr y ver ese azul felicidad del cielo como si de verdad me encontrara allí, en el prado, junto a los árboles ocre y el río incansable. Me volvía loca con ese pelo precioso, de color negro azabache empapado de sudor.

...

No hay comentarios:

Publicar un comentario