No creo que pudiera vivir en un barco el resto de mis días. Amo tanto sentir la tierra bajo mis pies descalzos, bañarme en los ríos del norte y perder el aliento al sentir el agua helada chocando contra mis hombros mientras miro ese azul felicidad con el que tantos momentos he compartido. El olor a hierba recién cortada. Y el crujir de palomitas en los cines de verano. –pensaba, aunque todo es diferente ahora-. Los dos días siguientes fueron extraños, sentía una sensación de cansancio constante. Ir al baño suponía un gran esfuerzo. A partir del cuarto día empecé a sentirme yo de nuevo, los delfines venían a saludarme por la mañana cuando el mar aun estaba en calma durante el watch del amaneces (de 6h a 8h). Fue entonces cuando empecé a darme cuenta de lo que estaba sucediendo. Ya me había marchado, África aguardaba a la vuelta de la esquina, QUIEN PODRIA DAR LA ESPALDA A CRUZAR EL ATLANTICO EN VELERO?
It’s all about the journey.
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