martes, 23 de febrero de 2010

El ciclo



Basándome en mis experiencias anteriores, creí que todo iba a ser lo mismo, que nada iba a cambiar. Después de todo, no me equivocaba. Aunque debo confesar que durante un tiempo creí que quizá sí que me estaba equivocando. Fue una ilusión más, un verde oasis que resultó ser un espejismo. Como el resto, como siempre.

Hoy, camino con prisas, sin parar a observar detenidamente los detalles de lo que ocurre ante mis ojos. Olvidé mi cámara en un rincón del armario. Pasan los días y tengo la sensación de que estoy demasiado ocupada en “existir” como para poder ocuparme de mi auténtico ser. En estado de penumbra, camino como si no viera y no pudiera ser vista. Con la cabeza gacha y escuchando a Erik Mongrain. Al fin y al cabo, nadie puede ponerle puertas al campo.

Aquel día el mar estaba más verde que nunca, el viento era mi banda sonora, me congelaba la nariz y ya casi era incapaz de sentir mis dedos. Olvidé mis guantes de nuevo, en realidad ni siquiera sé donde los puse. Siempre me ocupo de perderlo todo durante las primeras tres semanas, no se salva nada. Una vez, recuerdo haber logrado conservar aquellos pendientes que compré en Mcleod Ganj (India) durante más de cuatro meses, acabé prestándoselos a alguien y ya no los volví a ver. Aunque… ¡Qué mas da! No son más que volátiles objetos.-pensé. Todo viene y va y, al final, es el resto lo que permanece.

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