jueves, 18 de febrero de 2010

Queridos restauradores y demás amigos,

Hoy he querido dirigirme a vosotros para mostraros mi preocupación acerca de sus excesivas ganas de diferenciarse, ya no con sus precios o la calidad de sus platos sino con las insólitas y fascinantes creaciones de sus baños.

No es que me importe que quieran crear un ambiente diferente en sus servicios, es que simplemente me dejan estupefacta, helada e inmóvil cual Perito Moreno, resquebrajándome ante la poco común imaginería que exhiben a la entrada de sus lavabos.

Imaginería que al final ya creo que proviene de imaginación y no de imagen, porque, queridos hoteleros, restauradores y demás dueños de establecimientos con baños, yo ya no logro adivinar nada. ¿Podrían por favor colocar o crear unos carteles legibles, identificables y de fácil comprensión para la masa de bajo coeficiente intelectual? ¿Qué necesidad imperiosa tienen ustedes de ser tan abstractos?

Me siento en una encrucijada, cual explorador ante dos puertas, una lo llevará a la gloria, la otra al infierno -con leones hambrientos incluidos-. Siempre fui de difícil determinación. Caótica. Inestable indecisa por naturaleza. Pero, ante todas las cosas, siempre amé poder decidir.

¡Y es que yo sólo quiero ir al baño, joder!



















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