lunes, 9 de noviembre de 2009

Semillitas amarillas

Cuando llego a casa... ¡Dios, qué hambre! Voy a la nevera, está vacía. Si hubiera ido a hacer la compra, quizá ahora tendría algo que comer. Mmmm... Sólo quedan un par de patatas rancias, así que, como ya he dicho más de una vez, me dispongo a seguir mi dieta alta en grasas -cuanto más saturadas mejor (tenéis que visitar esto o este ejemplo)-. Patatas fritas.

¿Voy a comer patatas fritas solas?-me digo. Voy a la nevera a ver si puedo salvar algo. Nada. Espera... Detrás de un tupper -sabe dios que debe llevar dentro- hay un sobrecito (de estos de los del Viena/McDonalds/Burger King y demás lugares altos en grasas saturadas...). Mayonesa-pienso. Mierda! Es mostaza... ¡POR FAVOR! ¿Mostazaaaa? ¿Quién toma mostaza? ¡Qué asco! Esas adorables semillitas amarillas tan apetecibles, tan amargas y rancias a las vez... Sin olvidar, claro está, su infinidad de variantes: Baviera, Dijon o al estilo francés (¡ésta es la mejor de todas! viene con semillitas sin triturar incluidas...). Supongo que la mostaza estaba bien como remedio para curar catarros y todo eso pero definitivamente ¡no para comer!

Así que como siempre, mi gozo en un pozo. Las patatas fritas, solas. Y yo a mis fotos...

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