sábado, 2 de julio de 2011

Hay problemas en el paraíso

Yo antes era feliz. Tiempo atrás me embarqué en el viaje más largo del mundo. Aquel que me conduciría por todos los estados divinos. Me negaba a concebir y aceptar mi vida de esa manera. A su manera. Pero ¿Porqué iba yo a ser como ellos? Mi vida iba a ser desprogramada para seguir su propio curso. Era alérgica a los convencionalismos. Me repugnaba el sólo hecho de pensar cuán trascendental se había vuelto mantener un estatus “adecuado”. Mi destino era otro. Era hora de dar la bienvenida a una nueva visión. Me autoproclamé ciudadana de un mundo nuevo que yo misma estaba creando. Un lugar en el que yo decidiría qué iba a ser, a qué me iba a dedicar y con quién iba a compartirlo todo. Al fin y al cabo la vida es más vida cuando es compartida.

Decidí partir de nuevo, bajo mi responsabilidad, sin escuchar a aquellos que pretendían disuadirme, intentando arrancarme mis sueños más irrefrenables. Aquí todo se volvía cada vez más gris.

En paralelo. Así es como funcionaban aquí mi mente y mi cuerpo, en descoordinación absoluta. Me había convertido en un monstruo, ya no era ni esto ni aquello. Era... Era como... Como si mi mente hubiera encontrado la salida de mi yo carnal y observara mis movimientos desde un punto elevado, desde un punto en el cual juzgar le resultara un poco menos afanoso. Sentía tanto dolor que había dejado de sentir. Era imposible que hubiera alguien más apenado. Era como si alguien o algo me hubiera arrancado el corazón y lo sostuviera a la altura de mis ojos, bien cerca, para que pudiera ver detalladamente como, lentamente, los latidos se difuminaban.

Sabía que en aquellos momentos era más que vulnerable que nunca. Las nuevas ideas parecían imparables. Se apoderaban centímetro a centímetro de cada recodo de mi casa, de mi habitación, de mi mente. Las alfombras parecían querer volar, me daba la impresión de que en cualquier momento iban a salir por el ventanal del salón cantando eso de Come fly with me, let’s fly, let’s fly away... ¿Y yo? Yo con ellas cantando a viva voz. Pero no era el momento de abandonar. Hoy no. La hora de volar había llegado.

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