Basándome en mis experiencias anteriores, creí que todo iba a ser lo mismo, que nada iba a cambiar. Después de todo, no me equivocaba. Aunque debo confesar que durante un tiempo creí que quizá sí que me estaba equivocando. Fue una ilusión más, un verde oasis que resultó ser un espejismo. Como el resto, como siempre.
Hoy, camino con prisas, sin parar a observar detenidamente los detalles de lo que ocurre ante mis ojos. Olvidé mi cámara en un rincón del armario. Pasan los días y tengo la sensación de que estoy demasiado ocupada en “existir” como para poder ocuparme de mi auténtico ser. En estado de penumbra, camino como si no viera y no pudiera ser vista. Con la cabeza gacha y escuchando a Erik Mongrain. Al fin y al cabo, nadie puede ponerle puertas al campo.
