miércoles, 16 de diciembre de 2009

La luz de Lucía

Supongo que ha llegado la hora- pensó Lucía. Sentada en el parque seguía reflexionando. Le gustaba sentarse allí, sola. Podía quedarse durante horas absorta, sentada en un banco o justo en aquel lugar, bajo aquel enorme olivo. No necesitaba nada más para sentirse bien, para sentirse libre.

Allí se le ocurrían historias, a veces sin demasiado sentido. Historias sobre sí misma, sobre tiempos pasados, sobre lugares inexistentes. Inventaba personajes, a veces cariñosos y a veces repugnantes. A veces, simplemente, se sentaba en el parque para observar a la gente que pasaba por allí. Muchas veces, los utilizaba en sus historias. Le resultaba divertido. Imaginaba quiénes eran, a qué se dedicaban y qué motivos los llevaban por allí.

Ruina- se dijo. No me reconozco. Ni espectro, ni reflejo de lo que soy, de lo que fui. Nada de nada.

Su cerebro ya no sabía dónde estaba, qué hacía ni quién era. Sentía que estaba por debajo de todo aquello que inventaba entre ramas de olivo. Y lo único que le quedaba eran aquellos recuerdos de un tiempo mejor.

No sabía lo que le esperaba ni tampoco conocía la suerte que ya estaba teniendo.



--continuará--

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