martes, 18 de mayo de 2010

Queridos rastas (rastafaris, dreadlocks, dreds, dioses del olimpo…),


(A la mujer que susurraba a los rastas…)




Hace mucho tiempo le prometí a alguien que escribiría esto en su honor, en vuestro honor. (Debo confesar que me ha costado, pero por fin esta aquí.)

Al empezar a escribir esta entrada no puedo evitar pensar en la cantidad de momentos compartidos entre risas (sobretodo con la mujer que ama a los rastas…) hablando de vosotros. Habéis colmado nuestros días de sonrisas interminables y habéis inspirado noches irrepetibles, únicas. No sabéis como nos habéis cambiado la vida queridos.

Continuamente luchando contra la adversidad, defendisteis utopías y castigasteis injusticias. Siempre admiraré como constantemente estuvisteis al pie del cañón. Nunca importó la hora, ni el lugar, ni siquiera el “con quién”. Una simple llamada era (y es…) suficiente para teneros cerca, para regalarnos placer eterno. Infinitas gracias (de parte de las dos).

Aunque debo advertiros que ella ni les mirará si deciden arrinconar su rasgo distintivo: sus rastas. Así que un consejo, no sean incrédulos, no se corten el pelo, y sobretodo, no se rapen. Están más guapos. Yo mientras tanto, les seguiré esperando, ya tienen mi teléfono (tranquilos, ella tiene los suyos…).

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